SUPERÁVIT FISCAL

Analizan recomprar bonos de la deuda pública

El Estado logró un ahorro de 3.400 millones de pesos que duplicó al superávit de hace un año.

Una de las discusiones que giran en torno de ese resultado es cómo consolidar la idea de que el aumento del gasto público debe ser menor al de la recaudación impositiva. Eso daría una señal de solidez de las cuentas públicas.

Otra discusión posible gira en torno de en qué se puede -y si se debe- gastar ese mayor ahorro.

Una parte, como anunció el Gobierno, estará destinada a subir las jubilaciones.

El 15% de mejora que se dispuso en los haberes a partir de marzo implicará un desembolso adicional de 500 millones de pesos mensuales.

Una parte importante del gasto público se destinará a obras de infraestructura y energía. Y también al pago de la deuda.

En marzo, por caso, el Tesoro deberá pagar unos 900 millones de dólares que, por estos días, el Banco Nación está comprando en el mercado cambiario con dinero proveniente del superávit.

La situación fiscal del Tesoro de la Nación luce tan holgada que, incluso, en el Gobierno se dice que no necesitarían este año salir al mercado internacional para conseguir los más de US$ 6.000 millones que le restan para cumplir con todos los pagos del año.

En medio de tanta fluidez -y teniendo como telón y amenaza de fondo la crisis financiera de los EE.UU.-, en algunos pasillos del poder se empezó a pensar que éste sería un buen momento para que el Gobierno gaste parte del dinero en recomprar deuda.

Una de las premisas financieras básicas es que una persona o un Estado debe vender lo caro y comprar lo barato.

Los bonos argentinos vienen muy golpeados desde 2007.

La desconfianza en las cifras del costo de vida y la crisis del INDEC afectaron severamente a los bonos que se indexan por ese indicador.

Basta mirar uno de los gráficos donde se comprueba que los bonos de descuento en pesos -uno de los títulos argentinos más difundidos- estaban en 152 pesos a comienzos del año pasado y ahora están en 117 pesos.

Esa baja de 23% se atribuye, en gran medida, a lo que podría denominarse "costo falta de confianza en los datos del INDEC".

Los títulos en dólares también sufrieron, y con fuerza.

Un papel como el Bonar 2017 brindaba el año pasado un rendimiento de 8,40% anual.

Actualmente ese bono promete 10,70%, una rentabilidad alta para lo que son las condiciones de liquidez y situación fiscal de la Argentina.

Parte de la caída de los bonos en dólares se explica porque a fines del año pasado el gasto público crecía más rápido que la recaudación. Eso le restaba solidez y capacidad de pago al Estado.

Pero el superávit de enero (con el maná que implica la suba del precio de la soja a nivel internacional) permite desdibujar ese fantasma.

A pesar de eso, lo concreto es que hoy la Argentina paga 10,70% anual por lo mismo que hace un año pagaba 8,40%. Y ese mayor costo lo afronta todo el país.

Y es en este contexto en el que algunos funcionarios empiezan a hablar en voz baja de la posibilidad real de recomprar deuda.

Los bonos están relativamente baratos y con poco dinero el Gobierno estaría dando una señal de querer defender el camino hacia la solidez fiscal que transita.

Más aún cuando, por lo menos en la superficie, parecen pocos los avances en la negociación para refinanciar la deuda con el Club de París. Y también, escasa la vocación para mejorar la relación con el mercado financiero internacional.

Nadie cree que a corto plazo el Gobierno vaya a darles una alternativa a los bonistas que se quedaron fuera del canje de la deuda. Por eso, muchos juicios sobre el Estado argentino seguirían pendientes.

Cancelar deuda cuando los precios de los bonos están bajos parecería un camino posible en tiempos en que el superávit público es grande y el nivel de reservas del Banco Central supera los US$ 48.000 millones.

Buscar una baja del costo del endeudamiento, lejos de ser una cuestión sólo financiera, sería abrir más la compuerta para pensar en crédito que se traduzca en un aumento de la inversión. Y esto contribuiría a consolidar el crecimiento.

Desde ya, nadie se anima a pronosticar el fin de la crisis financiera de los EE.UU. que tiñe de incertidumbre cualquier decisión de largo plazo.

Pero pensar en rumbos posibles para abaratar el costo del dinero puede resultar una tarea fructífera y más aún en tiempos de arcas llenas como los que vive el Estado nacional. (IECO)