MANAGEMENT

Cuando aprender a delegar es el centro de la cuestión

Aunque parezca paradójico, la empresa sólo se convierte en empresa cuando se profesionaliza. Esto requiere dar forma coherente y con sentido a las actividades que se realizan. Hasta el momento, muchas de las acciones, tanto en producción como en venta, comunicación, entre otras áreas, fueron espasmódicas, sin planificación. Y, sobre todo, sin una evaluación de las prácticas utilizadas y de su beneficio o perjuicio para el crecimiento y fortalecimiento de la organización.

Está claro que la forma en que se llegó hasta esta etapa fue buena, pero para crecer debemos contar con personal y colaboradores entrenados y capacitados.

También es necesario que el emprendedor se capacite y, fundamentalmente, se capacite en su habilidad para delegar, planificar y someterse él también a las reglas de la organización.

Aunque al principio es relativamente sencillo ocuparse de cuestiones diversas, en esta etapa más compleja es una tarea imposible de llevar a cabo, no por limitaciones personales, sino porque cada una de ellas exige una dedicación casi exclusiva.

El empresario debe tener información y conocimiento de lo que sucede en todas las áreas de su empresa, para tomar decisiones y establecer estrategias de acción.

En este sentido, delegar no significa desentenderse. Por el contrario, requiere de una esmerada atención en la elección de colaboradores, y en la transmisión clara y precisa de lo que se espera. Delegar es dar un voto de confianza tanto en la capacidad para hacer como en el modo de lograrlo.

Por último, una conducta que debe adquirir el emprendedor es el cumplimiento de las pautas y reglas establecidas para el desenvolvimiento de la empresa. Es frecuente encontrar excusas y buenas razones que “justifiquen” modificar pautas, y cambiar normas establecidas. Esta conducta, sin embargo, perjudica a la empresa, no tanto por el cambio realizado, sino porque muestra un estilo al resto de los miembros de la organización, que termina siendo imitado por todos.

Como es lógico, el aumento de actividades necesita de más y nuevos empleados para poder realizarlas. La transmisión de los objetivos de la empresa a los empleados nuevos imprimirá una renovada dinámica en el seguimiento de las pautas establecidas para el trabajo. La modificación que necesariamente se produce en el organigrama refrescará los alcances de las tareas y responsabilidades de cada uno.

Finalmente, el entusiasmo, curiosidad y nuevas formas de los que se incorporan también se trasmiten al resto de los miembros, que se sienten estimulados y comprometidos en el mejoramiento de la organización. (NEGOCIOS Y PYMES)