INFORME PRIVADO

El crecimiento económico no se traduce en una mejora en la calidad de vida

Hay más trabajo, el crecimiento económico ha sido sostenido y las condiciones de vida han mejorado para muchísima gente. Es irrefutable. Pero ¿nos sentimos mejor? ¿Tenemos más tiempo libre? ¿Vemos más seguido a nuestros seres queridos? ¿Participamos más de actividades sociales? ¿La calidad de nuestra vida cotidiana ha progresado en la misma proporción? Lamentablemente, las respuestas no ameritan celebración. Al analizar la satisfacción y el bienestar personal, los avances no se repiten con la misma intensidad en todas las áreas.

Mucha gente se atrevería a firmar de prisa al pie de la afirmación, pero el diagnóstico no descansa en la intuición individual ni en la percepción colectiva. Lo arroja un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, que desde 2004 mide la evolución del Indice de Vida Social y Tiempo Libre.

Para elaborar este índice, los investigadores consideraron cinco aspectos: las "relaciones de reciprocidad" (la disponibilidad de recursos de apoyo ante una situación difícil); la "participación" en actividades sociales; la "seguridad en la vida cotidiana" (vivir en un entorno que no ponga en riesgo la integridad); los "vínculos afectivos" (familiares o amigos) y el "tiempo libre".

"El alto crecimiento económico del país no se ve necesariamente reflejado en el desarrollo de la vida social de la población urbana -explica la investigadora Silvia Lépore-. La tendencia arroja una mejora acumulada desde 2004 del 4%, mientras que la evolución del PBI per cápita acumuló un crecimiento del 25%".

El relevamiento fue realizado entre 2.500 personas, en ciudades de más de 200.000 habitantes. En esa búsqueda, al comparar datos de 2004 y 2007, comprobaron que algunos indicadores arrojan déficit en la calidad de vida de los argentinos, una "deuda" que afecta sobre todo a los sectores más vulnerables.

En promedio, la única variable que mejoró está asociada al número de personas que se confesaban "sin vínculos afectivos de apoyo emocional": el porcentaje cayó del 41% al 23% en 2007. Por lo demás, la sensación de inseguridad aumentó, la proporción de quienes no tienen tiempo libre se mantuvo y creció el porcentaje de los que no participan en actividades sociales ni tienen apoyo para solucionar sus problemas.

Según el estudio, el déficit en los "vínculos afectivos" es más común entre los varones y en los mayores de 35 años. También es mayor en los sectores más bajos. "El aislamiento social y la fragilidad de los vínculos de ayuda y reciprocidad es más marcada en los estratos inferiores y entre quienes tienen menor nivel de educación", dice Lépore.

Son muchos los aspectos que definen la calidad del desarrollo humano y social de las personas, y, según Lépore, hay "muchas dimensiones que jamás se miden entre los pobres. Se cree que alguien que gana más de mil pesos deja de ser pobre, pero hay muchas pobrezas: pobreza de paseos, de descanso, de tiempo libre, de momentos placenteros, de redes de contención", enumera. En los sectores pudientes, la sobreocupación, el estrés, la hiper-tecnologización, el individualismo y la mayor fragilidad de los vínculos, entre otras novedades del mercado y la sociedad, tampoco habilitan una mejora significativa en la calidad de vida. (IECO)

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