INFORME | IDESA

¿Es posible sostener las subas salariales sin erosionar la competitividad?

La licuación de costos que produjo la devaluación fue tan profunda que permitió disimular el conflicto entre mejoras del salario real y la competitividad de las empresas. Sin embargo, sus efectos se están agotando. Para recuperar la competitividad, la solución no pasa por una nueva devaluación ni reprimir la legitima aspiración de aumentar los salarios reales. La clave es mejorar la calidad de las intervenciones públicas de manera de reducir burocracia, litigiosidad y factores que impiden una organización eficiente de la producción.

El crecimiento del salario formal ha sido intenso en los últimos años. Según datos del Ministerio de Economía, en el 2004 el salario nominal creció el 14,5% promedio, en el 2005 el 16,6%, en el 2006 el 22,6% y en el 2007, en base a datos preliminares a noviembre, la variación ya se ubica en el orden del 22%. Considerando que en diciembre muchos sectores otorgaron pagos por única vez, en compensación por la inflación y como adelanto de futuras negociaciones, es factible que la variación del 2008 sea aún mayor. Aunque la manipulación de los índices de precios impide un cálculo apropiado, es indudable que la recuperación del salario real desde el piso alcanzado en el 2002 ha sido importante.

¿Se puede sostener este crecimiento en el futuro? Para ensayar una respuesta hay que considerar que la devaluación, junto con un contexto externo muy favorable, fue uno de los principales factores inductores de la recuperación. Su mecanismo consistió en “licuar” costos, especialmente los laborales, ampliando los márgenes de las empresas para exportar o integrarse a la cadena productiva del sector exportador y/o competir en mejores condiciones con las importaciones. La evolución del costo laboral (salario bruto más cargas sociales) medido en dólares permite ilustrar el fenómeno. Según datos del Ministerio de Economía puede observarse que:

- En el periodo 1998 – 2001 el costo laboral promedio en dólares fue de 1.130 dólares.

- En el 2002 pasó a ser de 391 dólares y en el 2007 habría llegado a los 888.

- Con un aumento de salario del orden del 25% y el tipo de cambio estable, en el 2008, el costo laboral medido en dólares alcanzará los 1.110 dólares.-

Los datos muestran la contundencia del cambio. Por un lado, la fuerte licuación de costos que produjo la devaluación del 2002. Posteriormente, el acelerado proceso de recuperación de los salarios que llevará a que en el 2008 los costos lleguen a un nivel similar a los registrados antes de la crisis.

Un elemento importante a tener en cuenta es que el dólar se está devaluando respecto a otras monedas, en particular, el Euro y el Real. Para la Argentina, esto significa que sus costos laborales, medidos en estas monedas, están creciendo pero en forma no tan intensa. Sin embargo, China –una de las principales potencias exportadoras– tiene su moneda estable con el dólar. Es decir, los costos laborales en dólares en la Argentina se están encareciendo respecto a China. Según el Bureau of Labor Statistics de Estados Unidos, ya en el 2006, el salario horario de los trabajadores industriales en Argentina era de 6,6 dólares mientras que la de los chinos se estima en el orden de los de 0,67 dólares.

En este contexto, es natural que aumenten las preocupaciones por las pérdidas de competitividad. Junto con ello, la idea de que hay que moderar los aumentos de salario y/o aplicar una nueva devaluación. Ambas medidas tienen asociado el mismo efecto económico (morigerar la suba de costos laborales) y las mismas consecuencias sociales (morigerar la mejora en los salarios de bolsillo). La principal diferencia es que la devaluación entra en claro conflicto con el objetivo de moderar la inflación.

No se debe caer en la conclusión pesimista de que el proceso de recuperación de los salarios no es sustentable porque entra en contradicción con la competitividad. Este argumento no es válido, si se está dispuesto a abordar fuentes más genuinas de competitividad. La experiencia de otros países demuestra que en la medida que crezca la productividad es posible sostener crecimientos del salario real sin erosionar la competitividad. Dicho de otra manera, si la productividad no crece, o lo hace a menor ritmo que los incrementos del costo laboral, se reducen los márgenes de rentabilidad, y esto lleva fatalmente a una recesión.

Afortunadamente, la Argentina tiene enormes posibilidades para mejorar la productividad. En el campo laboral puede hacerlo reduciendo las imposiciones al salario (tanto legales como impuestas por convenios colectivos), la litigiosidad, las reglas que impiden una adecuada organización del trabajo y la burocracia. En términos más generales, mejorando la calidad de las intervenciones publicas en áreas críticas para la producción como las políticas energéticas, impositivas, vial, crediticias, educativas, de seguridad, entre las más salientes.

Hasta ahora, se ha actuado en consonancia con la idea de que el tipo de cambio real alto daba márgenes para relajar las exigencias de competitividad. Que el costo laboral en dólares esté muy cerca de los niveles anteriores a la devaluación es una sonora señal de alarma de que esos tiempos están llegando a su fin. (INFOBAE)