COMERCIOS
Mercado negro de monedas en el centro porteño
Como un verdadero empresario, Rubén provee monedas a su amplia clientela del microcentro porteño. Todos los días reparte las bolsas de valores con su moto, antes de que la peatonal de Lavalle se transforme en un hormiguero y los vigilantes asomen por el lugar.
La cita es de madrugada, cerca de las 6; a escondidas, pero sin demasiados reparos, pues, para la mayoría de los comerciantes, la visita de Bank Motor Bic -como se hace conocer este singular personaje- es la más esperada.
Pagar unos pesos por el cambio "necesario para poder funcionar" -como dicen los comerciantes- no suena tan mal para evitar someterse a las filas de los bancos por un cambio que siempre es insuficiente.
La escasez de monedas, que existe por lo menos desde hace dos años y que se profundizó en los últimos meses, dio origen a un mercado negro. La teoría según la cual se entregan monedas a cambio de una comisión, involucra a empresas de colectivos y a las transportadoras de caudales, como presuntos proveedores ilegales. Sólo se presentó una denuncia contra Expreso 9 de Julio, que es la línea 247.
Hace un año que Sergio, dueño de un quiosco en Lavalle y San Martín, recibe un delivery de 600 pesos de monedas por día. "Un proveedor fijo me las trae, y me cobra 8 pesos cada 100 de cambio", relata. Para Sergio, como para muchos otros, ésa es la solución para cumplir con la ardua tarea de dar los vueltos a sus clientes.
En el microcentro la oferta de monedas se comenta a viva voz. Incluso, cuenta un empleado de un puesto de diarios de Florida y Tucumán, como en una venta playera, "hace unos meses, un hombre pasaba ofreciendo monedas con un carrito".
Carteles improvisados con la leyenda "No hay monedas" resultan infaltables en casi todos en comercios de la ciudad. Por estos días, debido a la escasez, los pequeños pedazos de metal se han convertido en bienes que superan su valor nominal. Mientras que los comerciantes pagan por ellos, los consumidores los atesoran con una premisa, que ya no es alimentar sus alcancías, sino gastarlos en ocasiones especiales.
Aunque con algo de rechazo, son muchos los que sucumben a la tentadora oferta del mercado negro de monedas: "Me da bronca, pero lo hago porque no alcanza lo que nos dan los bancos. Compro 300 pesos por día, y eso genera un gasto extra", se queja Oscar, encargado de un restaurante de la calle San Martín y Lavalle, quien mientras elabora la comida del día, recibe a su proveedor. Revelar la identidad del proveedor sería quedarse sin las monedas necesarias para la caja; algo que no está dispuesto a hacer.
"Es confiable. Además, si le comprás 1000 pesos, sólo te cobra 60", celebra Matías, un quiosquero de San Martín, entre Lavalle y Tucumán. "Tengo el número de teléfono. Decile que te mandamos desde acá, si no, no te va a atender", advierte ante la pregunta de LA NACION.
"Es un muchacho de una línea de colectivos que hace tiempo anda por acá. Antes cobrara tres pesos cada 100 y ahora retiene ocho", relata Marta, encargada de un bar situado a pocos metros de Lavalle y San Martín.
Un contacto o un llamado telefónico, puede ser el primer acercamiento con el vendedor, si es que antes no pasa por la puerta de su local. Ante la consulta, casi todos los comerciantes dijeron conocerlo y, los que no, contestaron como una panadera del barrio: "No lo conozco, pero si lo conseguís, decile que pase por acá".
El colmo de la escasez de monedas ocurrió hace dos semanas, pasada la medianoche. Un grupo de 15 pasajeros de la línea de ómnibus Costera Metropolitana, que transporta a millares de personas a diario entre Buenos Aires y La Plata, terminó en la comisaría 14a., por no tener monedas para introducir en la máquina de la unidad. Los pasajeros se negaron a bajar, y el inspector decidió dar parte a la policía.
Aunque desde Metrovías denuncian la falta de monedas de menor valor, por estos días son muchos los que reciben sus vueltos, a veces superiores a un peso, en pequeñas pilas de monedas de 10 y 5 centavos. Algo incómodo, pero bienvenido, por cierto.
Bancos, empresas y usuarios, siguen a la caza de las monedas. Mientras Rubén, el repartidor de la particular Bank Motor Bic, disfruta de sus vacaciones, sus clientes esperan ansiosos su regreso.
Viajes en colectivos, trenes y subtes, máquinas de bebidas y golosinas, tickets para el estacionamiento, son algunas de las selectas operaciones donde sus poseedores deciden invertirlos. Es que no son muchos los que ven con buenos ojos recibir productos como vuelto, en lugar de dinero.
No es extraño que, desde que comenzó enero, los pasajeros de la línea B del subterráneo viajen gratis. Tras exhibir sus billetes en las ventanillas, reciben la feliz noticia: "No hay cambio". "Hace 15 días que voy con dos pesos y me dejan pasar sin pagar", festeja Paula Rodríguez, usuaria de la línea. Desde Metrovías, la vocera Lucila Maldonado explica: "El problema es gravísimo. Intentamos recolectar monedas en la ventanilla de pago exacto, y solucionarlo con las tarjetas, pero aún no es suficiente". (LA NACIÓN)