ENTREVISTA | DANIEL DIVINSKY

Pasión de editor

No se trata solo del hecho de que una editorial haya cumplido en 2007 cuarenta años, sino que es la editorial que publicó y sigue publicando a todo Rodolfo Walsh, que dio a conocer títulos de autores como Paco Urondo, Griselda Gambaro, Leónidas Lamborghini, José Lezama Lima y John Berger, que editó todo lo de Fontanarrosa y Quino, y también la que, con Mafalda, inició la publicación de libros de historieta en nuestro país. Y algo igualmente significativo: con semejante trayectoria, Ediciones de la Flor es uno de los muy pocos sellos de ese nivel que no han sido asimilados por los grandes grupos extranjeros. Daniel Divinsky, su cofundador y codirector con Kuki Miller, dice que solo pensar en cuarenta años “es aterrador. Cuarenta años haciendo lo mismo, de los cuales hay seis y medio en Venezuela. No nos faltó nada. Soportamos todo tipo de situaciones políticas y económicas.”

¿Cómo fue posible la subsistencia?

Ya dije decenas de veces que si Quino y Fontanarrosa se hubieran ido de la editorial cuando nos metieron presos y luego nos exiliamos, y de no haber tenido la repercusión que tuvieron, junto con Walsh, Caloi y otros, la editorial habría dejado de existir. En 1979 se publicaron más novedades y tiradas mayores que en 2005 o 2006. Por supuesto no estoy elogiando a la dictadura, lo que digo es que aun en esas condiciones la economía de los sectores medios con apetencias culturales permitía que se sacaran más novedades y reediciones.

Era como un coletazo de lo que había habido antes…

Por el 74 publicamos mucho, luego el 84 también fue un buen momento, cuando la gente empezó a retomar proyectos. El pico de mayor caída fue en 2002, pero posteriormente no volvimos a recuperar niveles como los del 85.

¿Y a qué cree que se debe la persistencia?

La lealtad afectiva y económica. Nunca se dejó de pagar a los autores con total puntualidad hasta el último ejemplar vendido, incluso cuando estábamos en cana. Tenemos un catálogo de mil y pico de títulos, de los cuales hay cuatrocientos cincuenta principales. En cuanto a políticas culturales, lo que sí hemos tenido, cosa que nunca antes había pasado, fue un beneficio importante con las compras de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, algo que ha funcionado muy bien en los gobiernos de Duhalde y de Kirchner.

¿Se ven afectados por la transnacionalización de las editoriales?

Eso afecta a editoriales que quieren competir con las “grandes”, nosotros nos movemos de otro modo, tenemos un fondo y apostamos a la innovación, a veces nos va bien y otras no. Recuerdo esa famosa tesis de un editor de Bertelsmann –el gran grupo alemán dueño de Random House, Grijalbo Mondadori, Sudamericana–, según la cual las editoriales transnacionales son como grandes pelotas en una caja, que dejan espacios entre medio donde hay pelotas más chiquitas: si éstas empiezan a crecer, las fagocitan, si no, no. Nosotros tuvimos una oferta de compra en la época de Menem, y alguna más reciente. Pero no accedimos, sencillamente porque no lo necesitábamos. Lo que sí sucede con las transnacionales es que intentan robarnos autores, en algunos casos con éxito. Sin embargo, también sucedió que algunos volvieron cuando los autores o los derecho habientes se entusiasmaron con el enorme anticipo que les podía pagar un grupo grande y después constataron que los libros iban a durar veintinueve días, luego pasaban a los estantes, y no se volvían a reeditar. La idea de que el gran grupo posibilita una mayor circulación internacional es falsa: las casas locales de cada grupo difunden a los autores del país donde están instaladas. Las grandes empresas editoriales ponen la potencia de venta en los libros que venden más en poquito tiempo. Esa es la ecuación.

Usted está en la Cámara del Libro. ¿Hay una política de Estado para el libro?

No la hay, pero puede llegar a haberla, una de las cosas por la que se luchó muchísimo en la Cámara fue por la reglamentación de la Ley del Libro. Esta ley viene de la época de Lanusse, pero nunca se reglamentó. Solamente se aplicaba la disposición de que el libro no tenía impuesto. Ahora, si bien el libro no pagaba IVA, sí lo pagaban los insumos que se utilizan para el libro, básicamente el papel, que es lo más caro. Se hicieron decretos por los cuales se permitía que el IVA papel se descontara del impuesto a las ganancias, esto se redujo luego al 50% y después a nada. El descuento total volvió a disponerse en la Ley del Libro. Fue sancionada por unanimidad en las Cámaras de Diputados y Senadores, pero De la Rúa la vetó. Está el proyecto del diputado kirchnerista Jorge Coscia de crear un Instituto del Libro Argentino, pensado sobre el modelo del Instituto del Cine. Se reemplazaría el IVA por un gravamen que pagarían en distinta proporción los editores, libreros y distribuidores, con lo cual se formaría un fondo para que este instituto promueva las ediciones. A mí me parece básicamente bien, a algunos colegas de la Cámara del Libro no, y a los que le parece decididamente mal es a los editores que están en la Cámara Argentina de Publicaciones, adonde se fueron los sellos transnacionales y algunos nacionales también. Así que esto sigue en veremos.

¿Las fotocopias son muy perjudiciales?

Es una cuestión que atañe más a los editores escolares, a nosotros nos no nos afecta, porque en general nuestro público quiere tener el libro y no un manojo de fotocopias. Lo que nos perjudica es la piratería. Nos han pirateado cantidad de libros, por ejemplo la muerte de Fontanarrosa generó una serie de ediciones piratas que estamos tratando de investigar.

De la Flor mantiene una figura ahora un tanto diluida, que es la del editor.

Bueno, en los grupos está el gerente de marketing, la decisión está bastante dividida, cosa de no cargar toda la responsabilidad en el director literario, porque si no al tercer fracaso se queda sin sueldo. Aquí lo real es que la editorial anda sola, entonces nos podemos tirar el lance con tres o cuatro títulos que nos gustan. Si no se venden, igualmente no tambalea nuestro medio de vida, ni la estructura de la editorial.

Es decir que mantienen la idea de apostar y de correr riesgos…

Antes estaba el riesgo pero también funcionaba el boca a oreja en lugar de costosos mecanismos de promoción. Hoy se juntan varias cosas: la menor disponibilidad económica, la mayor oferta de títulos y la existencia de otros elementos para ocupar el tiempo. Por otra parte, los resultados son variados, felizmente el libro es un producto atípico. ¿Por qué sobreviven ciertas editoriales chicas? Por la variedad de intereses de la gente y la posibilidad a través de Internet de publicitar y vender los libros. Ahora hay tiradas cada vez menores de mayor cantidad de títulos. Una vez un contador me dijo: “¿Usted por qué sigue haciendo libros nuevos, por qué no sigue reeditando los que ya tiene?”. Para mí la gracia es hacer libros nuevos, además de reeditar.

O sea que persiste la pasión del editor.

–Es como escribir.

Fuente: Periódico "Acción". Segunda quincena de diciembre de 2007 (Año 42. Nº 992). La foto es gentileza del periódico.

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