Por las retenciones, el Gobierno puede terminar por perder producción de soja
Infinitamente menos conocida que las cuatro entidades agrarias tradicionales, la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid) fue el ariete de la soja transgénica durante el menemismo y hoy encarna el lobby del nuevo poder económico rural: los pools de siembra. La apoyan las multinacionales semilleras. Por eso también es más escuchada entre los chacareros que la Sociedad Rural o la propia Federación Agraria.
En una entrevista con Crítica de la Argentina, el nuevo presidente de Aapresid, Gastón Fernández Palma, advierte que por la "angurria" de las retenciones, el Gobierno puede terminar por perder producción de soja.
Fernández Palma es un médico retirado de 66 años que explota un campo de 1.400 hectáreas cerca de Necochea y asumió hace un mes, en medio del conflicto. Casi llega a intendente de esa ciudad por Recrear en 2003. Perdió por apenas mil votos. Pero también es amigo de un ministro de Cristina Kirchner del que prefiere guardarse el nombre.
¿Vamos hacia un monocultivo de soja?
No es nuestra filosofía. Tampoco es que la Argentina avance hacia la soja porque le guste, sino porque hay un mercado muy demandante. Y entre otras cosas, porque al productor de trigo hace dos años que no le pagan el precio internacional, ni siquiera restando las retenciones. Además porque la soja tiene mucha tecnología puesta encima y eso permite su expansión a campos marginales o antes dedicados a la ganadería.
¿Pero esa expansión no es justamente lo que desplaza a la carne y otros alimentos y los encarece?
Y, en un mercado que funcionara correctamente tendrían que encarecerse, sí. La carne tiene su valor agregado, pero no olvidemos que un buen campo de cría produce 150 kilogramos de carne por hectárea. Eso contiene 45 kilos de proteína animal. Una hectárea de soja, en cambio, produce tres toneladas de grano. Ahí hay 1.100 kilos de proteína de alta calidad y el equivalente a 600 litros de aceite. O 600 litros de biodiésel.
El problema es que la carne se consume acá y la proteína de soja se exporta.
Ése es un problema filosófico.
¿Estamos buscando estimular la producción o estimular, mediante una política desacertada, el consumo de carne vacuna a un precio totalmente alejado de lo que indica el mercado?
Lo ideal sería un equilibrio entre exportación y consumo más barato...
Ahora estamos frente a un manejo para nada equilibrado. Producimos como para alimentar a precios subsidiados a toda la población. Con los 4.700 millones de dólares que se recogieron el año pasado por retenciones con las alícuotas anteriores, se puede comprar toda la producción que hace falta para dar cuatro comidas diarias a cuatro millones de personas. Y queda todavía una caja de 800 millones.
¿Y no es justo que la ganancia que genera el suelo argentino por su fertilidad se comparta con el resto de la sociedad?
Ésa es una visión parcial. Es cierto que la tierra es un bien social. Las democracias más liberales del mundo dicen que los agricultores tenemos el suelo prestado. Pero no es un delito sumar rentabilidad cuando se suma tecnología. Acá estamos frente a una confiscación de la plusvalía que generan los mercados a partir de una demanda extraordinaria. Si se considera que hay un exceso de ingreso, el Gobierno tiene todo el derecho de tomarlo porque para eso ganó con el 46% las elecciones. Pero tiene un límite: si no hay un marco de rentabilidad, nadie arriesga ni invierte. Acá hubo un exceso, una angurria, por la plusvalía que se estaba generando en el campo.
¿Usted dice que con las retenciones móviles ganan menos que seis meses atrás, a pesar de la suba de precios?
No tengo ninguna duda. La soja subió muchísimo pero ahora pegó un bajón importante. Igual aunque se revierta ese bajón, los insumos siempre acompañan las subas y después no bajan. El fósforo, por ejemplo, ha pasado de 320 dólares la tonelada a más de 1.200 dólares la tonelada.
¿Eso no podría compensarse con subsidios, como los que se ofrecen a los productores de áreas marginales?
Ése es un mecanismo perverso. Por un lado le dan, por otro le quitan. Caemos en un dirigismo absurdo, todo se administra a discreción. Y la rentabilidad, además, no queda en la producción. Queda en los eslabones intermedios antes de que el alimento llegue al consumidor.
¿Eso responde a la concentración en esas industrias?
Claro. Y el Gobierno la mantiene. Las medidas que toma protegen a ese sector, del mismo modo que sus medidas sobre la exportación de trigo han beneficiado a los exportadores.
¿Ustedes representan a los pools de siembra?
No. Efectivamente hay socios nuestros que participan en pools, pero también hay socios de la Federación Agraria.
¿Pero los reivindica o no?
Es verdad que es difícil competir con ellos. Y que los pools tienen ventaja porque están exentos de Ganancias y el impuesto lo paga cada uno de sus inversores. También tienen posibilidades de negociar mejor sus insumos. Y pueden vender con menos comisiones, también por el tamaño.
¿Entonces a la larga vamos a tener sólo pools de siembra?
No es así. De todo el campo argentino, los pools tienen sembrado el tres por ciento. En la soja es un poco más, pero no es la mayoría. Hay que utilizar mecanismos fiscales para igualar a los pools con los productores estándar.
O sea, eliminar las retenciones sobre todo lo que no sea soja.
No estoy en contra de las retenciones en sí. Las retenciones sirvieron para que no hubiera una guerra civil en el país. Después aumentaron y empezó a preocupar. Y ahora volvieron a aumentar y creo que se excedió. Lo que pedimos es un marco lógico.
¿Qué salida le ve al conflicto?
Soy un optimista por naturaleza. El Gobierno puede entender que está equivocado. Si revierte la situación al 11 de marzo incluso podemos hablar de algunas subas de retenciones puntuales.
¿No dijo que es su derecho manejar los impuestos?
–El problema es que no hubo una discusión previa. Ni siquiera un aviso. Si la Presidenta hubiera convocado al campo para explicarle que hacían falta recursos, nadie lo habría aceptado contento, pero se habría discutido. Y a lo mejor no se pasaba al 44% móvil, pero se iba a un 40% fijo o a otra opción. (CRÍTICA DE LA ARGENTINA)