POR QUÉ SE VENDEN LAS EMPRESAS
Pymes argentinas, las nuevas estrellas de las fusiones
Ya no se trata de grandes empresas tradicionales que se venden por cientos de millones de dólares. Ahora, las compañías extranjeras vienen por las Pymes.
El año pasado, las firmas medianas y pequeñas dominaron el mercado de fusiones y adquisiciones: de las 160 transacciones que contabilizó el banco de inversión MBA en 2007, sólo 23 estuvieron por arriba de los US$ 50 millones. "El resto fueron operaciones más chicas", detalla Alberto Lagos Mármol, director de Corporate Finance de la boutique financiera. Justamente, en este grupo estuvo la venta del 50% de su propia compañía, que pasó a manos de la estadounidense Lazard. Y las operaciones por montos de entre US$ 20 millones y 50 millones predominarán también este año, según estiman quienes se dedican a asesorar en este tipo de acuerdos.
¿Quiénes están vendiendo? ¿Por qué? "No vemos a extranjeros que se quieran ir", dice Javier Villanueva, director de Finanzas Corporativas de Orlando Ferreres y Asociados. "Son más los argentinos que están vendiendo".
"Hay compradores que buscan buenos vehículos para producir, con mano de obra barata, bienes exportables que se puedan colocar en mercados de moneda fuerte", opina Mariano Sánchez, socio de Transaction Services de KPMG. Pero los pocos grupos grandes que quedan —Arcor, Techint, Aluar, Molinos— no tienen actitud vendedora.
Por otro lado, están las firmas medianas. Sobrevivieron como mínimo a una crisis y ahora lograron repuntar, pero todavía tienen un sabor amargo, dice el consultor. "Ven que hay una oleada de crecimiento y quieren vender, en un mercado que, por ahora, las favorece por los costos bajos y los commodities altos. Saben que, en poco tiempo, en algunos sectores no podrán competir con los gigantes que se vienen". Sánchez menciona, por caso, a la industria textil, en la que acaba de desembarcar la brasileña Camargo Correa con la compra de Alpargatas, o al sector frigorífico, "en el cual firmas medianas o chicas no pueden conseguir la financiación que obtienen las grandes", también brasileñas.
La irrupción de nuevos competidores, condimentada con una buena oferta de compra, puede hacer cambiar de idea a un dueño que inicialmente no era franco vendedor. Pero, entre las razones que escuchan los consultores, también hay un efecto cansancio, por los mayores controles del Gobierno. "Algunos empresarios piensan ’’que se pelee otro’’. Otros dicen ’’he remado 30 años esta empresa, la hice crecer, hay que llevarla al próximo nivel y yo no puedo’’", cuenta Villanueva.
No soy Techint
Guillermo Gotelli vendió el año pasado la fabricante de calzado e indumentaria deportiva Indular, con su marca Signia, a Vulcabras, otro gigante textil brasileño, dueño de la licencia de Reebok. Cuando se anunció la operación, se habló de una inversión total de US$ 60 millones por parte de los compradores.
El empresario, junto a otros socios, había adquirido en remate plantas de la ex Gatic hace cuatro años, en $ 12,5 millones.
"Me hubiera gustado seguir, pero cuando compramos sabíamos que teníamos una limitación de capital para regionalizar el proyecto, que es a lo que teníamos que apuntar. Si bien fuimos exitosos en la puesta en marcha, es más sano que el que tiene el capital tome una parte del proyecto", dice el ex número uno de Alpargatas y hoy al frente de la firma GGM.
Gotelli vendió la planta de Coronel Suárez y un negocio que facturaba $ 90 millones, y se quedó con la de Las Flores, las licencias de Pony y Disney y una cadena de locales, con ventas por $ 30 millones. Produce ropa para sus marcas y para terceros (como Signia, Reebok, Olympikus, Kosiuko y Etiqueta Negra), y con parte del dinero que recibió acaba de invertir $ 7 millones para completar el proceso de producción de calzado. Además, expandirá sus locales multimarca. Hoy tiene siete, que no están unificados con ningún nombre. La cadena pasará a llamarse Sports Quality, y sumará tres sucursales más, todas en el interior.
"A todo el mundo le gustaría ser Techint o Arcor, pero hay que ser realista. Yo decidí concentrarme en retail, por ahora en el interior; en marcas que puedo manejar y en mantener una estructura de capital sólida. El negocio fue rentable para todos. Y quedaron dos empresas consolidadas, con 2.400 empleados", dice.
Mejor, la competencia argentina
En Angel Estrada, controlada por el empresario de origen húngaro Zsolt Agárdy y el salvadoreño Francisco Soler, también decidieron focalizarse en lo que podían manejar. Así, le vendieron el negocio editorial a Macmillan Publishers, de capitales alemanes, por US$ 14,5 millones.
"El mercado de los libros escolares es muy regulado, los costos habían subido mucho y no se podía aumentar los precios. Quedarse era para perder plata, en un mercado donde la competencia es casi toda extranjera y puede aguantar mejor las pérdidas", dice Fernando Bidegain, gerente general de ngel Estrada y Cía.
Por otro lado, la editorial representaba apenas 15% de la facturación de la firma, de $ 120 millones. "Como era una empresa con una buena posición, la terminamos vendiendo muy bien, casi como una tecnológica. Además, con ese ingreso cancelamos la deuda y nos podemos focalizar en el negocio madre", agrega.
Con las marcas Rivadavia, Arte y América, la firma tiene cerca del 38% del mercado de papelería, donde pelea con otras firmas argentinas, como Massuh y Ledesma. "Acá, la competencia es local y no está tan dispuesta a perder plata", comenta.
Los reincidentes
Si bien existen casos, como los de Indular y Estrada, en los que se decide ceder una parte del negocio para concentrarse en otra, es más frecuente que el empresario termine desprendiéndose de todo. "Hay quien vende su firma en US$ 30 millones porque quiere tener liquidez. Sabe que la Argentina fue muy volátil y busca estar tranquilo. A veces, si aún es joven, vuelve a intentar otra actividad por un menor monto, para no quedarse en casa", señala el consultor Mario Azulay.
Eso es, precisamente, lo que piensan hacer los ex dueños de Patagonia Drill, firma de servicios mineros que factura US$ 11 millones y acaba de ser comprada por la australiana Boart.
"Nosotros habíamos armamos la compañía de la nada, en 1998. Los proyectos son exitosos cuando tienen una estrategia de salida para sus inversores, aunque la empresa dure 100 años. Y esa salida apareció con la oferta de Boart", dice uno de los vendedores, que prefiere el anonimato.
El ejecutivo, que como sus siete ex socios ronda los 40 años, afirma que intentaron conseguir fondos para seguir creciendo a través de la bolsa en Toronto, meca de las mineras, pero que los brokers los desalentaron.
"Ahora estamos buscando otros negocios, probablemente relacionados con la minería", estima el empresario.
Esta actitud emprendedora, Sánchez la relaciona con las firmas surgidas tras la crisis: "Vemos que se venden empresas pensadas en la economía del 2001 —de software, call centers, agribusiness—. Son emprendedores que entraron temprano, desarrollaron la compañía y su negocio es salir e invertir en otro".
Vender para crecer
Acostumbrado a hablar de las fusiones y adquisiciones de otros, a la hora de explicar por qué se vendió su empresa, Gregorio Charnas, director ejecutivo de MBA, dice que, "así como hay procesos de consolidación en algunos sectores, también hay argentinos que salen al exterior. En nuestro caso, la venta tuvo que ver con un proceso de regionalización que estamos encarando y con la expansión internacional de Lazard". La firma, fundada en 1981, ya poseía oficinas en Uruguay, Chile y Panamá. "Tener de socio a Lazard agrega oportunidades —continúa—, nos permite acceder a clientes internacionales y no resignamos el control". La sociedad pasará a llamarse MBA Lazard, pero seguirá comandada por Alejandro Reynal y Jorge Bustamente. (IECO)