Aumenta el negocio mundial de falsificación de relojes
Tal como sucede con las cifras relacionadas con la producción de drogas ilegales, es muy difícil elaborar estadísticas exactas de relojes falsificados. Sin embargo, en el último año el problema tomó una nueva dimensión.
Hacia fines de octubre, la Fundación Haute Horlogerie, con oficinas centrales en Ginebra, estimó que la industria mundial de artículos falsos mueve anualmente entre u$s 250.000 millones y u$s 300.000 millones, comparado con los u$s 5.000 millones de hace 25 años.
Franco Cologni, que conduce la fundación, explicó que hay tres tipos de imitaciones. Los relojes de peor calidad, que Cologni los describe como “falsos, falsos, falsos, falsos”, son los que se venden en los bares de playas y al borde de los caminos. Luego están las falsificaciones que todos conocen, consideradas algo más como un souvernir de las vacaciones, que tienen movimiento de cuarzo barato y cuentan con un baño dorado que pronto desaparece.
Por el contrario, contó que “el nivel más alto es muy peligroso, a menudo tienen partes de oro y a veces están fabricados con componentes provenientes de relojes verdaderos. El riesgo es que, en los mercados emergentes, uno puede encontrar esos artículos en la distribución oficial”.
Pero últimamente la mayor actividad se produjo entre estos dos polos. Rolf Schnyder, dueño de Ulysse Nardin, que vive parte del año en Malasia, hizo un seguimiento del próspero mercado de las imitaciones con precios de entre u$s 400 y u$s 500. “Hay falsificaciones realmente buenas que no dependen mucho del movimiento. Hay excelentes imitaciones de Panerai que son muy difíciles de detectar. Hasta la gente en Suiza no lo notaría a menos que lo abran y miren el movimiento”.
Los más exitosos, aclaró Schnyder, son los de marcas que ofrecen relojes con movimientos poco complicados, donde todo el esfuerzo está puesto en crear una copia minuciosa y exacta de la carcaza.
“Comparado con el comprador de artículos de lujo, éste es un grupo distinto de consumidores, un grupo mucho más grande y más joven; ellos también compran para impresionar a sus novias y amigos”.
Sin embargo, él comenzó a ver intentos para imitar las altas complicaciones. “El otro día, ví un repetidor de minutos”. Externamente parecía ser una réplica perfecta. La gran diferencia era que “la palanca (para operar la función de repetidor de minutos) no se movía”. Schnyder pagó u$s 480 y admitió “la decoración del movimiento era muy buena”.
Una fuente, que prefirió mantenerse en el anonimato, viaja a China regularmente y participa de allanamientos policiales en fábricas ilegales en la provincia de Guangdong, una región altamente industrializada del país oriental. Sin embargo, el término “fábrica” engaña porque normalmente las instalaciones son talleres donde trabajan niños a partir de 11 años prácticamente como esclavos, y están al mando de “gerentes” que no tienen más de veinte años.
Por supuesto, en los allanamientos atrapan sólo a los chinos vinculados con la fabricación, mientras que los responsables de esas operaciones están lejos en Corea, Singapur y Hong Kong.
“Cuando hacemos los allanamientos, muchas de estas personas no tienen idea de lo que sucede; nunca escucharon hablar de marca comercial o derechos intelectuales”. Y no se limita a China, “nos hemos cruzado con fábricas ilegales en Tailandia, Brasil y Paquistán, y hasta indicios de trabajo infantil que se utiliza para vender productos falsificados en Inglaterra e Italia”, contó esta fuente. (EL CRONISTA.COM)