Créditos UVA: el riesgo de la inflación y el fantasma de la 1050

Los efectos de la inflación en las relaciones contractuales son desastrosos. La inflación corroe no sólo el bolsillo, sino también las instituciones y la credibilidad en la estabilidad de los derechos de los ciudadanos, principalmente, el derecho de propiedad.

Es que es el Estado el único responsable de la inflación. No son los particulares. La indexación es un instrumento de vieja e infausta aplicación en la Argentina. Concretamente, desde el "Rodrigazo" de Isabel Perón, la Circular 1050 BCRA de Martínez de Hoz (por cuyos efectos se dice que se enriquecieron algunos ex presidentes) las hiperinflaciones de Alfonsín y del primer período de Menem, la explosión del 2001 de De La Rúa, y ahora, la "herencia kirchnerista" que nos coloca a dos años de gobierno de Mauricio Macri, como uno de los diez países con más inflación del mundo, podio que compartimos honrosamente con Venezuela y una serie de países del África.

En éste contexto, contratar un crédito actualizable por inflación más un porcentaje, es sin dudas alguna un riesgo enorme ya que quien contrata con éste sistema realmente no sabe cuánto terminará pagando. Eso lo supieron bien quienes contrataron créditos hipotecarios que el Banco Central autorizó a través de su Circular 1050 a actualizar conforme inflación.

A propósito, como el sistema UVA es claramente un sistema indexatorio, la Ley 27271 que lo consagró, se vio en la necesidad de "exceptuar" éste sistema del artículo séptimo de la Ley de Convertibilidad del Austral (23928), que prohíbe la indexación y las actualizaciones de deudas, el que -por una pésima técnica legislativa- seguiría vigente para otros casos. La perversidad del gobierno anterior de dejar vigente ése artículo con una inflación desbocada, fue evidente, y no es correcto que dicho artículo siga vigente en el actual contexto, consagrando una desigualdad aberrante para los acreedores. Queda claro entonces que el sistema UVA es indexatorio, lo cual de por sí no es malo siempre que la inflación esté controlada. No hacemos un juicio de valor sobre la indexación, sino solamente debemos evaluar si es bueno acogerse a ése sistema en éste contexto económico.

Es tan pobre la historia de respeto por las leyes en la Argentina, que el propio Poder Judicial -cuya actuación ha dejado mucho que desear en éstos lares- erigido en pretor y "reinterpretando" o abiertamente contradiciendo leyes vigentes sin declarar su inconstitucionalidad, ha prohibido remates, bajado las tasas de interés de oficio, prohibido mecanismos de ajuste, eliminado la dolarización, establecido mecanismos de "esfuerzo compartido", y cuanto esfuerzo más sea imaginable para violar la voluntad de los particulares expresada en los contratos; obrando siempre -aparentemente- en protección de los deudores. Pero finalmente esto redunda en que nadie quiera arriesgarse a prestar, con lo cual termina perjudicado todo el mundo.

Es decir que por nuestra historia, tanto quien no paga cuanto quien reclama el pago, se encuentran sujetos a soluciones reñidas con el Derecho y la Economía.

Es claro que asiste razón al adagio de que en la Argentina conviene ser deudor. Es decir: no interesa lo que Ud. firme, tarde o temprano alguien lo "salvará" de cumplir.

Pero esto es justamente, lo que hace que no haya crédito para el público. El Estado se convierte en la "aspiradora" de los excedentes prestables, compitiendo con los particulares y dejando a éstos -empresas incluidas- privados de una herramienta indispensable en toda economía. Y por eso "no arranca" la economía. Porque no hay crédito. Todos dependen de sus propios recursos, y por eso -por tomar un ejemplo- ahora el campo no puede invertir dados los malos resultados de las cosechas, y la industria sólo utiliza el 60% de su capacidad instalada. Falta el crédito, que haría realmente de herramienta "anticíclica".

La inflación prevista por varias estimaciones de economistas éste año será de entre el 15% y el 25%. Una real barbaridad. En éste contexto, suscribir un contrato ajustable por inflación es como lanzarse de un avión sin revisar si el paracaídas funciona. Aunque se establezca un "tope" del treinta por ciento de los ingresos del contratante.

Es que la ecuación es simple: si el deudor no paga, el acreedor se perjudica. El mecanismo perverso de "indexación" vuelve a través de éste viejo mecanismo que ahora se llama UVA. Ahora bien, ¿quién se hará cargo de la mora cuando la gente no pueda pagar? Vieja respuesta: el Estado. ¿Cómo? Simple: comprando los créditos en mora, o directamente los pasivos de los Bancos que hayan prestado y no puedan recuperar. ¿Y cómo recuperará el Estado ése dinero? Nuevamente a través de aumentar la presión fiscal.

No es serio consagrar en éstos tiempos créditos actualizables por inflación, rogando que por mero voluntarismo la inflación no suba. Es preferible bajo todo punto de vista, que quien contrata un crédito sepa efectivamente cuánto pagará a lo largo del tiempo, aunque esto lo desanime; antes de empujarlo a contratar un préstamo que puede llevarlo a la ruina.

Claramente cualquier empresario dedicado a las finanzas, preferirá prestarle a un Estado que no se cansa de tomar fondos de la plaza a tasas altas, que arriesgarse a prestarle a un emprendedor, o a una persona que quiere comprarse una casa o un auto. Es el Estado quien encarece, entorpece e impide finalmente que haya crédito en nuestro mercado interno. Más allá de que el sistema financiero argentino hoy no muestre la debilidad del 2001, es claro que atiborrar a las entidades de bonos del Estado las coloca también en una situación de debilidad sistémica. Porque el Estado también puede declarar su default. Ya ha pasado. En aquella época, no hace tanto, los bonos del estado cayeron a menos del 20% de su valor nominal, y el BCRA salió a ayudar a los Bancos para que "dibujen" sus balances con el fin de no mostrar su verdadero estado falencial.

Así entonces, uno de los peores problemas de nuestro país es la falta de crédito, provocada principalmente por el Estado: ya sea por su responsabilidad en la inflación o por su endeudamiento crónico en la plaza local. Es imprescindible que se tome conciencia de esto para que finalmente se produzca la tan ansiada salida del estancamiento que hace muchos años nos aqueja.

Fuente: Ámbito