CON EL 43 % DE LOS VOTOS
Cristina Kirchner, presidenta
El poder en la Argentina cambiará de manos, pero quedará en familia: Cristina Fernández de Kirchner sucederá a su esposo el 10 de diciembre, después de ganar las elecciones de ayer con el 43 por ciento de los votos y una distancia que pulverizaba la expectativa de una segunda vuelta.
Escrutado el 40,49% de las mesas, a casi 23 puntos de distancia quedaba Elisa Carrió, de la Coalición Cívica, que sólo a la 1.35 reconoció su derrota, debido a una inusual demora en la carga de datos. De todos modos, tenía consuelo en el claro triunfo de su lista en la ciudad de Buenos Aires.
Roberto Lavagna, acompañado por el radicalismo, quedaba en el tercer lugar.
Un caos sin precedente en las mesas de votación de las grandes ciudades y una polémica selección de los datos cargados en el escrutinio alimentaron cierto misterio acerca del resultado. Ya había pasado la medianoche y apenas se conocía el número del 36,25% de las mesas.
Pero desde las 21.30, las primeras cifras oficiales empezaron a confirmar los pronósticos.
La ganadora arrasó en la provincia de Buenos Aires, el gran motor del triunfo que le permitirá convertirse en la primera mujer elegida para gobernar la Argentina. El Frente para la Victoria obtenía allí más del 46% de los votos, aunque con una bajísima cifra de datos: menos del 10% de las mesas. El vicepresidente Daniel Scioli se imponía como gobernador con aún más votos que la lista de la propia Cristina Kirchner.
A las 21.57, con menos del 10% de los votos cargados, Cristina Kirchner hizo su primera irrupción como presidenta electa. Tenía los ojos brillosos. El primer abrazo fue de un sonriente Néstor Kirchner. “Quiero convocar a todos los argentinos, sin rencores, sin odio; el odio sólo destruye”, dijo.
La aplaudía todo el gabinete nacional en un salón de hotel colmado de dirigentes, militantes y prensa de todo el mundo. Habló 14 minutos, en los que no dio pistas de qué hará su gobierno. Reivindicó la concertación de peronistas con radicales y se declaró consciente de una “responsabilidad adicional” por ser mujer.
Cristina Kirchner había llegado a ese hotel, proveniente de Santa Cruz, a las 18.45. A esa hora todavía había colas de votantes en las escuelas porteñas: la Justicia tuvo que prorrogar una hora el horario electoral. Pero a las 21 todavía votaba gente en la ciudad y en el conurbano.
El desorden tuvo centro en la Capital y hubo problemas en casi todos los grandes centros urbanos debido a la ausencia de autoridades de mesa y el faltante de boletas. “Fue el acto eleccionario más cristalino que se haya visto”, dijo, sin embargo, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, en las horas de desconcierto.
La oposición no coincidió, presentó denuncias de irregularidades en la tediosa espera de los datos (el robo de boletas en el conurbano fue la trampa más cuestionada). Casi todos los candidatos admitieron antes de las 23 el contundente triunfo de la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos.
Carrió demoró hasta la 0.30 su primera aparición, y lo hizo para denunciar que los datos incorporados al escrutinio dejaban fuera distritos donde su coalición tenía buenos números.
Un dato destacable fue el bajo índice de asistencia: el 72,73 por ciento, el número más bajo desde 1928.
El futuro gobierno asumirá con un poder enorme: con los datos conocidos a medianoche se aseguraba la mayoría en la Cámara de Diputados, ratificaba el dominio en el Senado y ganaba las ocho gobernaciones en juego (incluida Santa Cruz), con lo que 19 provincias tendrán gobiernos kirchneristas desde el 10 de diciembre.
Anoche, en el hotel porteño donde la presidenta electa esperó los resultados ya circulaban versiones sobre cómo será el próximo gobierno. El eslogan de campaña, "la continuidad del cambio", parecía reflejar con fidelidad lo que viene: habrá más continuidad que cambio, al menos en los nombres del gabinete y en las políticas, según fuentes que conocen el pensamiento del matrimonio presidencial.
Néstor Kirchner se mostraba feliz por haber coronado con un triunfo la riesgosa jugada de cambiar su reelección por una candidatura de su esposa. Lo que logró no registra otros ejemplos en la historia mundial: nunca un presidente le había pasado el mando a su esposa en un proceso democrático. Sin mudarse de la residencia de Olivos, se dedicará a construir el partido que sostendrá su proyecto de poder.
La oposición
Pero el segundo kirchnerismo asoma también con una incipiente resistencia en los sectores urbanos, donde cosechó unas cuantas derrotas y algunas victorias trabajosas.
En ese contexto, el frente de Carrió encontraba motivos para el festejo con la mirada en 2011. Segunda en el orden nacional, ganadora en Capital (obtenía dos senadores) y de gran desempeño en Rosario y varios centros urbanos, declaró que su coalición "ya es la segunda fuerza nacional".
Cuando al fin apareció en público denunció al Gobierno de manipular los datos del escrutinio: "El Correo y algunas autoridades han segmentado el electorado que cargaba el escrutinio, y dejó afuera los grandes centros urbanos donde vamos adelante". Eran las 23.58 y la carga de datos llegaba al 33 por ciento de las mesas. A esa hora, si Cristina Kirchner bajaba tres puntos se hubiera abierto la posibilidad de un ballottage. Tardaría otra hora y media para aceptar la victoria de la primera dama.
La contracara fue Lavagna. "No hay peor batalla que la que no se da", dijo a las 22.36. Y, tras repasar lo que era su propuesta de gobierno terminó con un lamento: "Los argentinos nos merecemos más". Su consuelo: un inesperado triunfo en Córdoba.
La UCR, que lo acompañó, entra en otra etapa conflictiva. Los radicales que apoyaron a Kirchner amenazan con pelear el control del partido, envalentonados con la posición que obtuvo el mendocino Cobos. Igual el día fue agridulce para el futuro vicepresidente: su delfín en Mendoza, César Biffi, perdió con el peronista Celso Jaque, también parte del kirchnerismo.
Alberto Rodríguez Saá, del PJ disidente, se desvivió en denuncias de fraude durante toda la jornada y terminó conforme con un módico cuarto puesto, con el 10 por ciento. Igual que Lavagna, reconoció su derrota, pero no mencionó el triunfo kirchnerista.
Pero pocos más complicados que Ricardo López Murphy. El candidato de Recrear apenas pasaba el 1 por ciento en la carrera presidencial (iba séptimo) y quedaba también fuera de la pelea por una banca. Fue el primero en admitir la derrota, antes de las 21, con tono amargo y una cadena de denuncias. Atado a medias a su suerte, Mauricio Macri engrosó la lista de perdedores de ayer: su lista porteña quedó tercera y él trató de despegarse de la caída para no empañar el inicio de su gestión porteña. Luego apareció Jorge Sobisch, quinto en discordia.
En otro hotel, Daniel Scioli festejaba un triunfo temprano, que ningún opositor discutió. Eran las 21 cuando prometió "pasar a la ofensiva" contra el delito, en el discurso con el que inauguró su papel de figura relevante en el mapa de poder nacional. Sacó más del 50 por ciento. El gobernador Felipe Solá se conformó con su previsible pase a la Cámara de Diputados.
El espectáculo ahí fue breve. La atención apuntó a los Kirchner. La expectativa: el discurso de la futura presidenta. Allí convocó a construir "un nuevo tejido social" y "una nueva imagen de los argentinos". Más allá de eso, el misterio. En el rubro "continuidad" parece subsistir la estrategia de no anticipar las jugadas. (LA NACIÓN)