DEBATE

¿Por qué con más empleo no cede el delito?

La desocupación y la inseguridad se movieron como variables "divorciadas" en el último año. Los economistas dicen que el crimen tiene más que ver con la inequidad.

El tipo está ahí, ya se tatuó todo el cuerpo, aprendió a robar durante la crisis, y ahora tiene mucho human capital acumulado, difícil que acepte un trabajo formal".

Es raro escuchar a un economista -en este caso Ernesto Schargrodsky, profesor de la Universidad Di Tella- hablar sobre crimen. Desde el Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen, Instituciones y Política (LICIP), Schargrodsky y otros economistas, como el profesor de Harvard Rafael Di Tella, tratan de contestar la pregunta del millón: ¿Por qué, a pesar de la baja del desempleo, el problema de la inseguridad no cede en la Argentina?

En el mundo de los economistas, los delincuentes son seres racionales que miden costos y beneficios antes de cometer un delito. Se levantan a la mañana y calculan riesgos (la posibilidad de ir preso) y también costos de oportunidad: lo que ganaría esa misma persona si se dedicara a una actividad lícita.

En la Argentina, ese "costo de oportunidad" de delinquir subió con la caída del desempleo. Según el registro del INDEC, la desocupación bajó del 10,2% en el tercer trimestre de 2006 al 8,1% en el mismo período del corriente año, considerando como ocupados a los beneficiarios de planes sociales. El mismo lapso, la tasa de victimización que mide el LICIP se mantuvo "persistentemente elevada", en niveles de más del 30%. Esto es, los miembros de un tercio de los hogares sufrieron algún tipo de delito en los últimos doce meses.

Hay varias hipótesis para explicar por qué los principales indicadores económicos y la inseguridad aparecen "divorciados":

El crimen sube con el deterioro de las condiciones sociales, pero no baja luego en la misma magnitud cuando la economía mejora. Este fenómeno de variables con distinta velocidad de respuesta se conoce en física como "histéresis", y en el campo específico de la inseguridad tiene que ver con la formación de capacidades y tejidos delictivos que luego cuesta eliminar, por más que la economía mejore. Los "tatuajes" y el "human capital" de los que hablaba Schargrodsky.

Que la inseguridad dependa más de la distribución del ingreso que del desempleo. Esta variable mejoró menos que otros agregados de la economía: mientras que la gestión de Néstor Kirchner acumula un crecimiento del PBI que ya supera el 40%, el ingreso per capita desde 1998 subió un 14%.

Estudios del Banco Mundial ligan directamente la tasa de delito a la inequidad: América latina es la región más desigual del mundo, y también la más violenta. Hay, según el BM, 23 homicidios por año cada 100.000 habitantes, una tasa que duplica al promedio mundial.

La tercera posibilidad es que los modelos económicos sean poco útiles para entender un fenómeno complejo como la inseguridad. Jeffrey Miron, un profesor de Harvard especialista en crimen que visitó Buenos Aires la semana pasada, escribió un estudio titulado: "¿Qué saben los economistas sobre crimen?". Su respuesta, después de revisar 40 años de literatura especializada, fue contundente: muy poco. (CLARÍN)