Reconocimiento del CONICET a un emprendedor
La humanidad crece sin pausa, los combustibles fósiles se terminan y la necesidad de energías alternativas es cada vez más grande. Con este escenario en mente, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la compañía científica Du Pont premiaron ayer a una idea que busca enfrentar el problema desde la propia casa. “Techo solar innovador para calefacción y refrigeración sustentable de viviendas a bajo costo” es su explícito título. El proyecto ganador, dirigido por el ingeniero nuclear Luis Juanicó, se alzó con 25 mil dólares y la posibilidad de fabricar un prototipo de su propuesta para la era pospetróleo.
Entre los chistes de científicos –un género aparte– y la recurrente sensación de que sobran las buenas ideas pero falta un apoyo estatal y privado sólido, Diego Golombek, investigador de la Universidad Nacional de Quilmes, pidió dejar de “apoyar a” los científicos para “apoyarse en” ellos. Marta Rovira, presidenta del Conicet, introdujo al trabajo ganador recordando que el agotamiento de los combustibles fósiles y la emisión de gases contaminantes no hacen más que agravar el efecto invernadero. Después destacó que las energías eólica, atómica y los motores a hidrógeno deberían reemplazar pronto a los recursos agotados. Su organismo había destacado especialmente que “el enorme potencial de captación solar del que disponemos, considerando los techos de todas las viviendas (útil para calefacción invernal), permanece desaprovechado y, a su vez, origina la necesidad de refrigeración estival”.
Ésa fue la clave del premio a las Energías Limpias, que recibió 36 postulaciones y se entregó ayer en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Juanicó empezó su discurso con un dato impactante: “La mitad de toda la energía que produce el Primer Mundo se consume en calefacción y aire acondicionado”. Eso, aseguró, es también una oportunidad. Después del trabajo de laboratorio y las consultas externas, llegó a una idea para las casas en construcción: agregarle al techo tradicional (de chapa negra o loza de hormigón) una placa de policarbonato. En el espacio intermedio –unos tres centímetros– se colocan bolsas de agua, que con un sistema de mangueras se conectan entre sí, con la caldera y con un tanque de reserva. Cuando la energía solar calienta el agua, se redistribuye en la casa para calefaccionarla. En verano, el proceso se invierte para lograr una refrigeración que no necesita aire acondicionado. El sistema permite ahorrar al menos un 30% en calefacción e incluye un toldo corredizo para quitar la nieve congelada en el invierno. No es sólo un detalle: los copos suelen congelarse, con lo cual muchas veces rompen los techos de las viviendas y hacen rebotar la luz, bajando aún más la temperatura interior.
Juanicó patentó su invento y lo mostró hasta en Shanghai, pero tardó bastante en armar un plan de negocios tentador para una propuesta que buscaba “ayudar a cambiar algunas formas de pensar”. Gracias a la ayuda de dos fundaciones y los aportes de la Sociedad Central de Arquitectos, logró darle forma a un primer prototipo del techo, que ya funciona en una chacra de Mallín Ahogado, cerca de El Bolsón, en la provincia de Río Negro, en plena Patagonia.
Con el impulso del premio podría desarrollar un prototipo comercial y empezar a vender el techo completo en dos años, a 350 pesos el metro cuadrado. “Al tercer año habría ganancias y nos asociaríamos con alguien del sector privado para vender las licencias bajo normas ISO”, se esperanza el ingeniero. Aunque su idea fue finalista en los últimos premios a la innovación otorgados en Londres y ya lo tentaron para trabajar en el exterior, él aclara: “Mi sueño es hacerlo desde la Argentina para todo el mundo”. (CRITICA DIGITAL)