CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL

Tras corridas bancarias, temen en Londres que contagie al sector inmobiliario

La Policía británica se prepara hoy para custodiar las colas en las diferentes sucursales del acosado banco Northern Rock, después de que una pareja en Cheltenham se atrincherara en el edificio, cuando le informaron que no podía retirar un millón de libras esterlinas de sus ahorros sin avisarlo previamente.

El caso demuestra cómo se amplía la crisis de confianza en el sistema bancario británico, que espera un clima de contagio que podría trasladarse a otras instituciones comerciales y a su propia economía.

Los analistas estiman que un colapso del precio de las propiedades británicas será inevitable a lo largo del año por el impacto de la crisis de los créditos "subprimes" norteamericanos en el mercado financiero inglés. La crisis de las "subprimes", que forzó al banco británico Northern Rock a solicitar un crédito de emergencia al Banco de Inglaterra que -al ser revelado- desató el pánico de los ahorristas y ha puesto a la institución al borde del colapso desde el jueves pasado, va a afectar seriamente al mercado inmobiliario del Reino Unido.

Los británicos se endeudan cuantiosamente para poder comprar su casa, que pagan al menos a lo largo de 30 años y que hoy cuestan en Londres como mínimo medio millón de dólares, con la esperanza de que la incesante suba de precios lo convierta en su mejor inversión a la hora de la jubilación. Pero Nationwide, la compañía que mayor cantidad de créditos hipotecarios ofrece en el reino, informó que los precios de las propiedades en agosto se mantuvieron debajo del 10 por ciento respecto del año pasado y continuarán bajando al menos un 7 por ciento hasta diciembre y a lo largo de todo el próximo año.

Frente a esta posibilidad, los nuevos propietarios que no consigan pagar su hipoteca y estén presionados por el banco tratarán de vender su casa, en un mercado saturado de ofertas. Nunca conseguirán el mismo precio con el que compraron su casa si la situación se deteriora y ese es el temido escenario que enfrentan los británicos ahora.

Con tasas de interés al 5,75 por ciento, los expertos financieros creen que se ha evaporado el "feel good factor" y el caso de Northern Rock puede multiplicar la crisis de confianza. La sola esperanza es que Northern Rock sea la única víctima y, para eso, el gobierno y las oficinas de regulación del sistema financiero martillaron todo el fin de semana sobre su solvencia.

Adam Applegarth, el jefe ejecutivo del banco, que se inició en la institución como cajero 20 años atrás, llegó aún más lejos: aseguró que aún no han utilizado el dinero de emergencia que les entregó el Banco de Inglaterra para amortiguar en el corto plazo su modelo de negocios, que era buscar dinero para sus créditos hipotecarios en el mercado de capitales y no en las cuentas de los ahorristas.

Pero ahora se sabe que el SOS del banco Northern Rock al Banco de Inglaterra, al tesoro y a la Financial Service Authority llegó seis semanas atrás, cuando Applegarth vio que su modelo de negocios peligraba frente a la crisis de los créditos hipotecarios "subprimes" norteamericanos. Incluso primero intentó venderlo pero al no conseguir comprador en la City, recurrió a sus máximas autoridades como auxilio.

Cuando Gordon Brown tomaba el té con Margaret Thatcher en su departamento de 10 de Downig St para irritar a su adversario conservador David Cameron, el ministro de las Finanzas, Alistair Darling, y el gobernador del banco de Inglaterra, Mervyn King, trataban de resolver el drama del Northern Rock e implementar una estrategia para evitar el contagio.

Los clientes no obedecen a los llamados a la calma del gobierno, de los banqueros y del banco afectado. Temen quedarse sin sus ahorros, como sucedió en la Argentina en la crisis del 2001. Su miedo es que la especulación con su dinero de toda la vida sea la que pague la ambición de los banqueros.

"Antes teníamos el mismo gerente por más de 20 años. Lo íbamos a ver al banco, almorzábamos con él, teníamos su teléfono directo. Había una relación personal, amable, humana. Ahora todo eso ha desaparecido. Nuestro contacto es siempre telefónico, con una voz que nos informa desde Bangalore o cualquier ciudad asiática, con un inglés con acento y a veces incomprensible. Todo se ha deshumanizado. Se han vuelto demasiado codiciosos los banqueros. ¿Qué garantías tenemos de que no seamos víctimas del "crash" y nadie quiera hacerse responsable? Por eso yo decidí cerrar la cuenta", explica Paul Murray, que tiene sus ahorros en una sucursal londinense del banco.

La crisis de confianza británica va a tener serias consecuencias políticas si afecta los precios de las propiedades y la economía. Puede ser temeraria sobre las ambiciones del primer ministro Gordon Brown de convocar a elecciones generales británicas en el próximo otoño europeo. (CLARIN)