La nueva economía desafía el actual marco de las normas antimonopolio
El mayor motivo por el cual la cadena norteamericana de farmacias CVS Health acordó la compra de la aseguradora Aetna, una operación por u$s 65.000 millones, no fue dado a conocer. La amenaza de que Amazon comience a vender medicamentos bajo receta está sacudiendo la industria de salud estadounidense.
Lo mismo ocurre con el sector de entretenimiento en Estados Unidos. Walt Disney mantiene conversaciones con 21st Century Fox para comprar su estudio cinematográfico y canales de entretenimiento de cable. Merodeando en el fondo están Amazon y Netflix, compañías que están revolucionando la manera en que la gente mira películas y televisión.
El tema común que conduce a una consolidación en una serie de industrias es la creencia de que para competir con gigantes de Internet, las empresas que están perdiendo ingresos deben convertirse en gigantes. El oligopolio de Alphabet, Amazon, Facebook y Netflix (Alibabá, Baidu y Tencent en China) está engendrando otros.
La autoridad de competencia en Australia inició una investigación sobre el poder de mercado que tienen plataformas como Facebook y Google, de las que la agencia de compra de medios GroupM estima que en 2017 atraerán 84% de la publicidad digital, excluyendo a China. Pero eso es sólo un aspecto del desafío más amplio vinculado a la defensa de la competencia el hecho de que los gigantes corporativos están emergiendo en todas partes. Los responsables de hacer cumplir las leyes de defensa a la competencia deben encontrar una manera de hacerlo en forma más coherente. Están en problemas no sólo porque la nueva economía es un fenómeno revolucionario sino también porque desafía el actual marco de la ley antimonopolio. Tal como una vez escribió Richard Posner, ex juez federal estadounidense, "este problema será extremadamente difícil de resolver: de hecho, no puedo entrever la solución."
El marco se basa en la idea de que la tarea de las normas de defensa a la competencia no es proteger a las empresas chicas de las grandes, sino maximizar "el bienestar de los consumidores" evitando los monopolios. Robert Bork, juez y teórico legal que fue pionero en esto en 1978, lo llamó la "paradoja del antimonopolio", las grandes firmas pueden ser positivas para la eficiencia económica.
Estamos experimentando el resultado de la paradoja de Bork. Desde que Penguin y Random House se fusionaron en 2013 para poder negociar con Amazon las regalías de los ebooks, se produjo una serie de fusiones como resultado de la necesidad de ganar músculo para enfrentar las plataformas web.
CVS-Aetna es un ejemplo. Los valores de mercado de las farmacias minoristas norteamericanas como CVS y Rite Aide cayeron junto con las de otras cadenas como consecuencia del crecimiento del ecommerce. Sus márgenes disminuirán si Amazon se convierte en un vendedor barato de medicamentos bajo prescripción.
La fusión es un intento apuntado a explotar la presencia física transformando los más de 9700 comercios y clínicas que suman ambas compañías en lo que ellas llaman "la entrada principal a la salud de calidad en EE.UU.", centros donde los afiliados de Aetna reciben asesoramiento médico.
También es un esfuerzo por cerrar un acuerdo que será aprobado por las autoridades de la competencia, que han bloqueado fusiones horizontales de compañías de salud en el mismo segmento del mercado. Entre ellas se encuentra el intento de Aetna el año pasado de unirse por u$s 37.000 millones a Humana, otra aseguradora de salud, y la fusión que propusieron sus rivales Anthem y Cigna y que fue rechazada en abril. La ley antimonopolio norteamericana se muestra más amigable con las fusiones verticales entre compañías de diferentes negocios, como CVS-Aetna, la cual Bork no considera que sea un problema. Pero el gobierno norteamericano empieza a preocuparse: el Departamento de Justicia está intentando bloquear la operación por u$s 85.000 millones mediante la cual AT&T propone adquirir Time Warner. De ninguna manera está garantizada la aprobación de la combinación CVS-Aetna.
Eso implica que hay una estrategia curiosamente ambivalente hacia los gigantes corporativos. Estados Unidos hace poco por frenar a las plataformas de Internet más grandes, pero actúa contra las empresas medianas que aspiran a competir con Amazon, Netflix y otras a una escala más pareja. La paradoja de Bork empieza a hacerse sentir.
La escuela fundada por Bork tiende a considerar el oligopolio de la nueva economía como un problema que se autocorrige. Las redes rentables no están "particularmente protegidas del avance de la competencia" porque "cuanto más valioso es el tesoro escondido, más rápidamente será recuperado", escribió el juez Posner. Las compañías como Facebook eventualmente serán reemplazadas como sucedió con MySpace. Pero a medida que pasa el tiempo, que Amazon se vuelve más sólida, y Facebook adquiere competidores como Instagram antes de que éstos ganen suficiente dinero como para que a las autoridades de la competencia les importe, esa confianza parece equivocada. Incluso si termina siendo así, simplemente implica que un gigante de Internet es reemplazado por otro.
La manera en que funciona la ley de la competencia en Estados Unidos ofrece a los funcionarios antimonopolio sólo dos opciones: dejar tranquilos a los oligopolios de Internet y obstaculizar los esfuerzos de las compañías de la vieja economía también para crecer, o permitir una batalla de oligopolios en todas las industrias. Ninguno de los dos enfoques se adapta realmente a los organismos que supuestamente están en contra de los monopolios.
Los gobiernos tienen otra opción: reconocer que la tecnología cambió enormemente las condiciones de los negocios y que las autoridades antimonopolio deben evolucionar acorde a eso. Eso implica repensar profundamente cómo la ley promueve la competencia en la era de internet. No podemos entregarnos totalmente a los gigantes.
Fuente: EL CRONISTA