¿Es necesario actualizarse para sobrevivir como profesional?
Todas las personas necesitamos educarnos. A lo largo de nuestra vida, comenzando por el jardín de infantes, continuando con la escuela primaria y secundaria, y culminando con la educación universitaria y o terciaria, la educación ocupa una importante porción de nuestra vida.
La actividad laboral y profesional que desarrollamos luego está en función, en muchas casos, de la educación que hemos adquirido en esos años.
En algunos áreas, estos conocimientos tienen características estáticas (no cambian a lo largo del tiempo o bien se incrementan principalmente a través de la acumulación de experiencias), mientras que otras son absolutamente dinámicas (el conocimiento adquirido debe complementarse en forma periódica y permanente con nuevas experiencias educacionales).
Desde finales del siglo XX, y ya comenzado ahora el siglo XXI, el panorama de profesiones "estáticas" y "dinámicas" ha cambiado notablemente con el que tuvieran nuestros padres.
La carrera de Contador Público es un ejemplo de una profesión que en los últimos 30 años pasó de tener características estáticas a ser declaradamente dinámicas.
Los distintos organismos relacionados con la actividad emanan diariamente un cúmulo de leyes, decretos, resoluciones, circulares y otros tipos de documentos legislativos que deben necesariamente ser leídos, analizados y asimilados, y frecuentemente modifican en distinto grado el estado actual de distintas áreas de incumbencia de la profesión.
La falta de tiempo material para realizar estas tareas de lectura, análisis y asimilación de nueva información hace imprescindible el uso de auxiliares para poder llevar ésto acabo.
Estos auxiliares pueden ser recursos humanos (personal dedicado con algún grado de exclusividad a estas tareas), herramientas de información (libros, revistas técnicas y suscripciones, entre otras) que pre-procesen de alguna manera estos datos dejándolos listos para utilizarlos cuando sean necesarios, e -inevitablemente- cursos de especialización y actualización tomados con frecuencia para mantener un grado de conocimiento al menos mínimo del estado actual de la profesión.
La especialización exclusiva en alguna de las áreas facilita a los profesionales su proceso de actualización, pero aún así es inevitable el auxilio de una o todas de las opciones mencionadas anteriormente.
Las dos primeras -recursos humanos y herramientas de información- son fácilmente ejecutables con sólo poder asignar los recursos económicos necesarios para ésto. Sin embargo, en el caso de los profesionales que se inclinen por la asistencia a cursos, se requiere de tiempo físico, y éste debe ser proporcionado por el mismo profesional, que en la mayoría de los casos no sólo no tiene disponibilidad de tiempo libre, sino que tampoco le alcanza el tiempo para las tareas que debe realizar y/o coordinar en su estudio.
Esto hace necesariamente que la cantidad de cursos que pueden hacerse (independientemente del aspecto económico) sea reducida, más aún si se toma en consideración situaciones que, si bien son particulares, pueden abarcar a una gran cantidad de profesionales: ubicación geográfica, disponibilidad de tiempo en horarios en los que no se dan cursos, y otros.
Esta significativa reducción en la capacidad del profesional, y la progresiva falta de respuesta a las nuevas situaciones que se plantean, genera que el profesional baje en forma significativa su competencia, y que el grado de satisfacción del cliente sea cada vez menor, lo que termina agregando a la problemática mencionada un gran potencial de reducción de recursos económicos.
El aprendizaje a distancia es una opción a considerar como solución a este problema. Esta herramienta tecnológica, con antecedentes primitivos en los cursos por correspondencia, con el advenimiento de la televisión primero, e Internet después, alcanzó su adolescencia y parece haber encontrado ahora su madurez.
Los que recordamos los primeros cursos a distancia a través de Internet sabemos que -salvo la capacidad de gráficos en movimiento no diferían en mucho de la lectura de un libro; faltaba el requisito básico de la presencia del profesor para interactuar con el educando para resolver las dudas en el momento mismo que éstas aparecían. Quizás sean una opción a considerar por los profesionales que no disponen de un horario fijo o bien el tiempo disponible no coincide con los momentos en que se dictan la mayoría de los cursos. En otros casos, es válido e ineludible exigir más.
Un curso se nutre de la exposición del profesor y de la interacción de éste con el resto de la clase. Las preguntas, observaciones y comentarios que se suceden en una clase presencial permiten una más rápida fijación de los conocimientos adquiridos, y permiten a quien dicta el curso cambiar sobre la marcha la forma y profundidad de lo que está exponiendo en función de la respuesta que recibe de los asistentes. Todo esto es condición exclusiva de un curso presencial física.
Por suerte, la tecnología avanza día a día, y el estado del arte actual permite ya el dictado de cursos presenciales en forma virtual.
Hacer preguntas durante el dictado de la clase, y recibir la respuesta al instante; plantear que un tema no se entiende y pedir un ejemplo alternativo de lo que se está expresando en ese momento; escuchar en la respuesta a la pregunta de un colega la solución a una duda propia, no son ya terreno exclusivo de la educación presencial.
Ya no es tampoco una limitación el tener residencia en alguna tranquila pero alejada localidad del interior cuya poca cantidad de habitantes hace que difícilmente dicte allí un curso un profesional de renombre (salvo que éste viva en la misma ciudad).
Hoy es posible que en una misma aula virtual coexistan el profesor de un gran centro urbano dictando clase con con alumnos de la más variada ubicación geográfica: el norte salteño o mesopotámico, los valles cordilleranos, la meseta patagónica, la costa atlántica y (por que no) el centro porteño. Cada uno con presencia física en su lugar de trabajo o incluso en su hogar, todos viendo y escuchando al mismo tiempo lo que el profesor expone, y haciendo ordenadamente preguntas sobre los puntos sobre los que pudieran presentarse dudas, pudiendo incluso ver la cara del compañero que está preguntando, en el momento en que lo hace, o sobre la marcha, modificar cualquiera de ellos (por ejemplo) la hoja de cálculo sobre la que se está dando un ejemplo para plantear una opción alternativa sujeta a la consideración del resto, que también verá el cambio propuesto.
Este nuevo paradigma de educación a distancia, a través de distintas herramientas informáticas, ya combina una gran potencia en las posibilidades de colaboración brindadas combinada con una considerable facilidad de uso y con requisitos mínimos para el tomador del curso. Una Pc con acceso a Internet a través de banda ancha ya es una herramienta con la que ningún profesional puede dejar de contar, y si para mejor no es necesario instalar nada, ¿que más se puede pedir?
La capacitación periódica es ahora posible para aquellos que sean capaces de ver las nuevas posibilidades que brinda la tecnología, y comprendan que dicha actualización es una necesidad vital.
Aprovechar esta opción y mantenerse a la vanguardia de la profesión, con la ventaja comparativa que esto presenta respecto a los que no lo experimenten, y acceder a las posibilidades de negocio que este nuevo estadio permite es, no sólo posible, sino imprescindible para la evolución del profesional actual.
A continuación, brindamos algunos vínculos donde recabar más información: