JULIO GAMBINA | DIRECTOR ADJUNTO DEL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN

"Somos bastante autoritarios para tomar decisiones"

El concepto de Economía Social es tan amplio y es esa extensión quizás lo que lo hace demasiado ambiguo. Inclusión, distribución equitativa, participación pero también cultura, sociedad y ecología son sólo algunos de los muchos aspectos que están contenidos en esta nueva manera de pensar a la economía.

En la segunda parte de una entrevista exclusiva con Aplicación Tributaria S.A., el director adjunto del Centro Cultural de la Cooperación, Julio Gambina, nos ofrece una mirada distinta sobre el rol que las cooperativas y fábricas recuperadas (como exponentes de la economía social) tienen en el actual modelo argentino.

Cuando todos parecen satisfechos por el tiempo de bonanzas que conlleva el crecimiento económico, Gambina pone freno y evalúa la situación desde otro punto de vista, el social y cultural.

¿Cuál es el rol económico que cumplen las cooperativas, fábricas recuperadas y agrupaciones afines?

La mayoría de estas asociaciones surgieron durante y después de la crisis que se desató en 2001. Sin embargo, no se aprovechó esa creatividad popular extendida para reconstruir la cultura del trabajo y la producción.

TRAYECTORIA Y COMPROMISO

Gambina es director adjunto del Centro Cultural de la Cooperación y titular del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina y Co–Director del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (C.T.A.). Además, preside la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP/CLACSO.

En relación al desempeño académico, Gambina es profesor titular (por concurso público de antecedentes y oposición) de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario desde 1986, y docente invitado de la Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Además, es investigador del Grupo de Investigación de CLACSO sobre Economía Internacional iniciado en 1999. También, fue miembro del Grupo de Trabajo sobre Alternativas al Neoliberalismo en América Latina y el Caribe, auspiciado por FIM–España, entre 1997 y 1999.

¿Deberían las fábricas recuperadas contemplar la figura del pasivo contingente?

Es muy discutible. Hay que analizar caso por caso, porque la mayoría de las empresas recuperadas fueron abandonadas por sus antiguos dueños. Por ello, es muy discutible esa deuda que se reclama.

En relación a los acreedores de la empresa le tienen que exigir el pago al que contrajo la deuda, es decir, la empresa fallida. No obstante, si la recuperación se dio con acuerdo del patrón anterior y hay continuidad de los negocios, de los proveedores, esas son otras condiciones. Insisto hay que estudiar caso por caso.

¿Son esas particularidades las que determinan la dificultad de legislar en torno al movimiento cooperativo?

Más que la legislación, lo que importa es la política económica. Por ejemplo, se puede cambiar la Ley de Entidades Financieras y seguir teniendo una política de concentración de las finanzas. Lo que importa es tener una política de descentralización del crédito y al mismo tiempo una reforma jurídica que favorezca que los fondos lleguen a pequeñas empresas, cooperativas y demás sectores sociales de la economía.

¿De qué manera la cultura contribuye a mejorar el modelo?

Es fundamental. La cultura es todo aquello que crea el hombre. Es comportamiento, pensamiento y acción. Lo que hace falta es un cambio de cultura.

¿La cultura forma parte de la economía social?

Absolutamente, sin participación popular en la toma de decisiones no hay economía social. Sin embargo, no estamos preparados ni educados para decidir de manera participativa, generalmente somos autoritarios.

No hay una cultura de la cooperación, de la asociación, del resolver colectivamente, de reservar reivindicaciones propias en aras de objetivos generales.

GAMBINA HACE HISTORIA

Las cooperativas surgen aproximadamente en 1850 para demostrar que no hace falta que la economía se organice solamente bajo el modelo capitalista, sino que puede haber una forma no lucrativa de organización de la sociedad.

Luego, después de la crisis de 1930, las cooperativas se erigen como complemento del Estado. Es decir, donde el Gobierno no llegaba –por ejemplo– con algunos de los servicios públicos, ahí se constituía una cooperativa. Así funciona hasta los años 90.

Se entra en la tercera etapa de la evolución del movimiento cooperativo. Las empresas de origen social comienzan a confrontar con las empresas privadas, a ser su competencia. También en este período, el aumento de la desocupación ocasionó el surgimiento de una nueva generación de cooperativas: fábricas recuperadas, cooperativas de trabajo, de artesanos, entre otros.

Hoy esas empresas sociales tienen problemas estructurales muy serios: insuficiencia de crédito y de capital humano, límites técnicos y tecnológicos, y no hay una política estatal de fomento de esas cooperativas.